El Principito; el farolero

El Principito fue escrito por el autor francés Antoine de Saint- Exupéry. Impreso por vez primera en 1943 en Estados Unidos, el libro es una metáfora constante acerca del amor, la sociedad y la vida.

Me ha costado mucho elegir un fragmento de este libro debido a que de todos y cada uno se podía sacar algo en positivo que aplicar a nuestro día a día.

Finalmente me he decantado por la introducción del farolero aunque vendrán más fragmentos con los distintos personajes.

Aquí va, pues:

El quinto planeta era muy extraño.. Era el más pequeño de todos. Había apenas lugar para alojar un farol y un farolero. El principito no lograba explicarse para qué podían servir, en medio del cielo, en un planeta sin casa ni población, un farol y un farolero.

El mismo principito ve enseguida la incongruencia de la situación… Si no hay población, ¿para qué hace falta un farol?

Instintivamente tendemos a pensar que tal vez el farolero lo haga porque le guste. Aunque, curiosamente éste lo considera el trabajo más terrible del mundo ya que no le permite descansar ni un minuto al día…

Entonces… ¿Por qué lo hace?

Pues porque tiene que ser fiel a la «consigna». Sin embargo ni el propio farolero es capaz de explicar en qué consiste la consigna a la que tanta lealtad demuestra.

-No hay nada que comprender- dijo el farolero-. La consigna es la consigna. Buenos días.

De aquí sacamos en claro lo siguiente: el farolero trabaja todo el día en algo que no le gusta por un ideal que desconoce.

¿De qué sirve su trabajo? Y… ¿Si tan infeliz le hace porque no para y descansa?

Porque es su obligación.

Si habéis pensado eso, tal vez veáis la vida como el farolero, pero no podemos olvidar que es una obligación auto-impuesta: no hay nadie más en el planeta.

A veces, conviene reflexionar sobre el sentido de lo que hacemos. Si nos vamos a entregar en cuerpo y alma a algo, que sea aquello que nos hace feliz o que tenga una utilidad superior a nosotros mismos.

Imagen cabecera de unsplash.com

 

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